Vivir el presente y la magia de ser ahora
En cada segundo de nuestra vida están dándose acontecimientos en los que se pierde el equilibrio y el equilibrio se retoma. Si fuéramos ciertamente conscientes de lo que ocurre en nuestro cuerpo, viviríamos aún con más vértigo.
Estar vivo es un continuo ir y venir, arriba y abajo, construir y destruir… y así se conforma, segundo tras segundo, nuestra existencia.
Lo que éramos ya no es. Lo que somos deja de ser, ya según escribo, según lees.
Ahora estás en el presente en esta palabra precisamente ahora que es el ya del antes. Por eso no existe el futuro. Cuando hemos terminado de escribir, de pensar, de pronunciar, de vivir, lo que venía se ha colocado en nosotros, bajo nuestros dedos, bajo nuestros pies, en tu mente y se ha ido ya.
Un tren infinito con vagones que pasan de modo incesante. Si te quedas solo con lo que pasó, al final se convierte en un mero recuerdo distorsionado por los sentimientos y emociones que le has ido añadiendo segundo a segundo, año tras año.
Creamos capas de memorias para embalsamar lo que fue: dicha o dolor. Y lo guardamos para mantener la certeza de que alguna vez estuvimos vivos y sentimos “aquello”.
La vida da tanto vértigo que nos anclamos con experiencias aunque ya estén distorsionadas. Muy posiblemente son experiencia que, en la noria de la memoria sacan del fondo de nuestro cerebro un agua ya contaminada, que a su vez contamina el agua fresca que nos llega.
Vivir mirando por el retrovisor
Los humanos a veces preferimos un dolor certero que una alegría por venir. Esta forma de afrontar la vida la describen varios refranes, que en mi opinión no hacen más que perpetuar el dolor y adormecer la conciencia y la capacidad de buscar salidas a la desdicha y abrir espacios para seguir creciendo.
Cuando estamos sumidos en esa rueda de infelicidad, de ansiedad, de angustia, sin ver la salida, quizá sea el momento culminante de ser valientes y de confiar. Vive el presente, deja de mirar el retrovisor
Dejar ya de conducir nuestra vida mirando por el retrovisor para mirar hacia adelante y confiar en las señales de esa carretera que transitamos, con las opciones de salir por la vía de servicio, si es nuestra elección, a reposar, y continuar camino.
Por el retrovisor veo las nubes negras que han oscurecido mi vida, veo aún caer una tormenta que ya no me moja. Mi vista alcanza a distinguir un arcoíris, siempre inalcanzable, presagio cierto de que el Sol sigue ahí, calentando mi corazón. Miro hacia adelante. Desconecto los limpiaparabrisas. El ruido único que escucho es el del motor de mi vida.
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Al llegar a casa, sigo pensando en lo que nos ancla, la bola y la cadena que arrastramos y la posibilidad de ser valientes para usar la llave que tenemos y liberarnos.
No dejo de recordar cuan identificada me he sentido con la última persona con la que hablé hoy. Mis palabras fueron un bálsamo para ella y una puerta se le abrió.
Ya estuve allí. Y si bien cada persona es distinta, hoy es de esos días en que agradezco el dolor porque me permite adelantarme y estar en sintonía con las heridas de otros, tenderles una mano para salir.
Cada uno estamos en un punto del camino
Mientras cae el agua caliente por mi cabeza y por los hombros, recuerdo a la única persona que siempre me apoyó. Hace tiempo que no está.
Sus palabras más bien decían: “Sabes lo que tienes que hacer y está bien. Si te caes, de nuevo arriba. Los que se ríen o menosprecian no merecen tu atención. Sigue y crea tu camino. Sin orgullo, con dignidad”.
Las gotas de agua se han mezclado con mis lágrimas y con esa tormenta que veía por el retrovisor. Y juntas, se han ido por el desagüe.
Parar
Recuerda: Mira hacia atrás solo para verificar que vas por buen camino, el tuyo. Ese camino que has recorrido, aunque lo vuelvas a hacer mañana, el mismo no es, porque tú eres diferente, todo es diferente.
En el vacío del eje de la rueda encuentra tu paz. Por unos momentos al día deja que la vida siga, que gire. Estar en ti es tu vía de servicio, tu área de descanso.
Desplegar cuerpo y mente
Yo tomo el control , refuerzo mis pequeñas raíces, afianzo mis pies, estiro mis ramas abro mis hojas y respiro.
El árbol de mi vida me conecta y es mi camino para salir del miedo.
Cuerpo y mente se alinean para darnos fuerza, poder, adaptabilidad, resiliencia, ganas… igual que las ramas secas se resquebrajan y brotan empujadas por la nueva vida que impulsa con ilusión y valentía hacia un nuevo día.
¿Ayuda para salir del bache?
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Si pasas un mal momento recuerda cuidar tu cuerpo así como tu mente y sentimientos. El cuerpo puede dar soporte a la mente, al cerebro, en esa conexión biunívoca, multicapa,
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Hay otras opciones, te dejamos esta entrada del blog sobre ansiedad y depresión.
Aquí tienes más información sobre cómo nos afecta el estrés.
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Con todo cariño,
Dra. Nuria Lorite Ayán
Fundadora de Biloba